lunes, 7 de noviembre de 2011

Ya no soy aquél campero


Ya no soy aquél campero
que lucí con tanto honor
mi rastra, mi tirador
y aquél aludo sombrero;
quizás en algún ropero
o tiradas en un rincón
junto al poncho y el facón
se encuentren abandonadas,
que ya no sirva pa'nada
lo que antes usó este varón.

Tal vez no las vuelva a ver,
las pilchas que yo he lucido,
unas, sé que se han perdido
y otras vendió mi mujer;
yo no soy ni debo ser
el último ni el primero
que el destino traicionero
le hizo una mala pasada
dejar a un hombre sin nada,
olvidado y prisionero.

Yo he sido, soy y seré
un hombre de poca suerte,
pero mis verdades vierten
y en este verso diré:
por mi vida yo crucé
por malos y buenos pasajes,
atiéndame el paisanaje,
lo digo y sigo diciendo,
que el que nació pa'remiendo
... difícil que llegue a traje.

Supe tener un recao'
con cuatro matras bordadas,
que las compré de pasada
en un boliche en Bragao';
también el poncho encerao'
y las espuelas de fierro,
marca "Yegua" era un cencerro
que hacía sonar el badajo
cuando salía bien pa'abajo
con mi tropilla y el perro.

Mi recao' era bien gaucho
como "Carpincho", su dueño,
me lo armé con mucho empeño
allá en los pagos de Ranchos;
cuántas veces, a lo gaucho
lo tendí pa'descansar
cuando sabía llevar
junto con otros reseros,
ganao pa'algún estanciero
que sabíamos acarrear.

Mi gaucho lazo trenzao',
con cascabeles de guampa,
que un payador de La Pampa
un día me le hizo un verseao',
fue un lujo, que en el Salao'
en el puente'e Las Gaviotas,
tiré con todas las tortas,
me quedé con la presilla,
y lo saqué hasta la orilla,
medio ahogao' al Cacho Costa.

Ese lazo lo trenzó
mi amigo el Negro Acevedo,
de Ranchos, ese soguero,
y él mismo me regaló;
por eso lo extraño yo
a ese recuerdo, paisano.
Pueda ser que en gauchas manos
ande mi lazo prolijo,
que se haya hecho cargo mi hijo
o alguno de mis hermanos.

¿Qué será de la encimera
y los estribos calaos'
que adornaban el recao'
con las tres Marías potreras?
Me acuerdo como si fuera
cuando sabía ensillar
un potro pa'jinetear
con mis pilchas argentinas,
y hoy que me veo en la ruina
me dan ganas de llorar.

Por las pilchas no me aflijo,
tampoco por la mujer,
lo que no quiero perder,
el cariño de mis hijos;
entonces, sería preciso
que yo diera las razones
de mi alma en estos renglones
con el alma dolorida:
lo que más quiero en la vida
es mi madre y los pichones.

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