viernes, 5 de febrero de 2016

Ponchos viejos


(Pintura: Jorge Bermudez)

Al rutinario trajín
le pude dar un descanso
descabezándole manso
mi apreciado sueño al fin.
Todo el andar cantarín
juntado en tiempos complejos,
se entibió entre los reflejos
que incubó el momento mío
cuando me tapé de frío
con algunos ponchos viejos.

Prendas que allí las dejé
para que siempre idolatre
el tibio nido del catre
donde orondo reposé.
Donde feliz la pasé
al volver por las auroras
en las trasnochadas horas
de los jornales ufanos
aprendí a querer las manos
de las viejas tejedoras.

A un poncho de gran valor
una historia le acredito
y el nombre de “Pachequito”
por su dueño el payador.
Otro de gran esplendor
de antropomorfos misterios
tiene caprichos criterios
del mundo de Tiahuanaco
y el gastado calamaco
de los incaicos misterios.

Hay un chileno que está,
luciendo tiempos remotos
a ese de mis ponchos rotos
le llamo “el Calfucurá”.
Es el que me dio y me da
calor al sereno impío
y hacen como un desafío
sus hilos apelmazados
cuando bajan afilados
los puñales del rocío.

A un poncho inglés de vestir
hecho de fina vicuña
la envidia le refunfuña
cuando lo saco a lucir.
Es la prenda de salir
que ostento en el hombro izquierdo
y guardo como recuerdo
de la milicia famosa
la manta color terrosa
que me traje de recuerdo.

Si pinto de tradición
un “catrielero” cribado,
que tal vez fue agujereado
por los duelos a facón,
por áhi lo chumbió un fogón
o lo chuceó alguna espina,
o cercas de cinacina
lo fue rasgando en pasadas,
o las penosas trenzadas
de las luchas argentinas.

Me falta un poncho que yo
en una fría mañana,
se lo presté a una paisana
y no me lo devolvió.
Si ese poncho se perdió
nunca será una querella,
porque al brindárselo a ella
prescindí de los agravios,
cuando me dio de sus labios
besos, amores y estrellas.

Los inviernos que pasé
leyendo poetas parejos
y allí entre mis ponchos viejos
cuantos versos borronié.
A su amparo analicé
el bohemio futuro mío,
y si al llegar el estío
son reliquias olvidadas
son cien lazas erizadas
cuando ataca fuerte el frío.



Como un abuelo (Milonga)




Se me hace que ya ando hablando
como si fuera un abuelo,
tal vez por lo mucho andado
o porque ya voy pa'viejo:
los higos que no se gustan
solo sirven pa deshecho.

Pero no siento amargura
porque me acerco a la muerte
será que el camino andado
yo lo hice como se debe:
cuerpeando amargo destino
despacio y con buena letra.

Y supe elegir amigos
que han de jugarse la vida
en esa eterna partida
del "quiero" y la "falta envido",
y saben que en el camino
es nuestra la carta mía.

Tantos nombres que atesoro,
muy adentraos en el pecho,
fortuna de andar derecho
con los que vienen conmigo,
como el rosal florecido
miramos de frente al cielo.

Pero toda ley terrena
ya nació con excepciones,
de los que abren corazones
con la ventaja en los dedos,
esos merecen desprecio
¡nunca tendrán mis canciones!

Sigo la filosofía
de la lluvia por los campos,
cuando reseca el verano
gozando de su agonía,
hacer renacer la vida
donde vegetan los cactos.

Aunque no soy muy letrao
yo no hago lo que otro dijo:
"pa'l enemigo el cuchillo,
pa los amigos la mano";
porque si el fruto está cáido
yo veo pa no pisarlo.