sábado, 30 de octubre de 2010

Pal Picazo

(Fotos: Eduardo Amorim)
Voy a largar, ¡aparcero!
las riendas a mi memoria;
pa tranquear alguna historia
de las tantas de un tropero.
Yo que he nacido trovero
porque Dios me iluminó,
y en mis labios derramó
miel de coplas orejanas,
pa santiguar mis mañanas
con trinos del diapasón.

Andando allá por el sud,
quiero que sepa amigazo;
que tuve un pingo picazo
más lijero que un ñandú.
Sin regalarle virtud
a ese flete tan querido,
le juro que yo he sabido,
acomodao en su cruz;
dejarlo seco y sin luz
al tapao más atrevido.

Y pensar que lo encontré
tan mal como no he visto otro,
clinudazo y medio potro
y pasao de hambre y de sed.
muchos dijeron, creamé,
"Este ya entrega el rosquete
y es al ñudo, si se mete,
el querer acomodarlo.
¡Qué espera pa despenarlo,
no ve que tuito es al cuete!"

Pero yo firme en mi empeño
a mi rancho lo llevé,
donde a cuidarlo empecé,
mejor que sus otros dueños.
Ya iba cumpliendo mi sueño
cuando lo veía retozar,
y en el corral relinchar
queriendo mostrar su estampa,
al cielo azul de la pampa
que lo vió resucitar.

Con el flete ya safao
del brete de doña muerte,
confieso que poca suerte
tuve al quererlo montar.
No fue más que acomodar
mi sombra sobre su lomo,
y el indigno ni sé cómo,
brincando se hizo redondo,
pa mandarme muy horondo
contra la ráiz de un aromo.

Me levanté a las tanteadas,
dolorido y revolcao,
y alcancé ver al taimao
disparando pa la aguada.
"¡En la próxima topada:
otros van a ser los cuentos"!,
le grité pa mis adentros
más caliente que una brasa
y enderecé pa las casas
chiflando al tranquito lento.

Ansina a la madrugada
ni bien apuntó el lucero;
me vió arreglando los cueros
pa esa nueva patriada.
Lo llevé a la tierra arada
y sin vueltas lo subí,
me afirmé bien y le dí:
rienda, talero y espuela;
me acordé hasta de mi abuela
pero trotando volví...

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