miércoles, 30 de marzo de 2011

Cuando don Fruto Galván volvió a su rancho


Con mil ansias adentro
y el alma afuera
echó el zaino hacia el centro
de la tranquera.

¡Juana!...
¡Nadie...! Ni el perro,
ni una gallina
ni el Tilín del cencerro
de la madrina...

De entre el yuyo crecido
bajo el alero,
color rubio llovido,
saltó un gato pajero.

Por el linde cercano
y a todo trote
llegó un chico en su ruano
meta chicote.

"¡L'oiga Don...! no la espere,
tá... descansando...
aquí, alguno se muere
de vez en cuando!".

Mosquió el ruano de cola,
gritó el chico: "Pacencia...
s'enfermó de estar sola...
Murió... de ausencia".
.......................................
Entró al rancho y al frío
de sus entrañas
lo envolvió en un vacío
de telarañas.

Habló de ella y la muerte,
quieto y profundo:
"¿Qué tendría, sin verte,
pa ver, el mundo?

Una luz acerada
de odio y locura
le brilló en la mirada
y en la cintura.

Montó luego y el viento,
por pausas, roto,
trajo un largo lamento
suave y remoto.

su figura envorvada negra merina
antes que el monte
la borró la neblina
del horizonte.
......................................
"Era rico y güen mozo;
- cuentan las viejas-
"lo soltaron canoso
"d'entre las rejas.

"Acusao, falsamente,
"perdió la prienda:
"no le quedó pariente
"campo ni hacienda.

"Ahura, chupa y pelea
"dejando un trillo,
"que caliente gotea
"de su cuchillo.

"Lo habrán muerto a Don Fruto...?
"o andará, andando,
"¡siempre de luto!
"¡siempre peliando!"
.....................................
¡Te comprendo hermanito!
Por Dios te lo digo,
muerto o vivo y maldito
¡yo soy tu amigo!

Las sombras en los caminos

(Foto: Ruben Omar R.O.S.)
Sin fe, esperanza, ni plata
tomo rumbo... p'ande quiera
conmigo acaba en tapera
este rancho que hizo tata,
me ahuga el recuerdo y agata
sé quién soy y cómo me hallo
sufro si hablo o si me callo
pues tal qu'en un turbio espejo
pasa tuito lo que dejo
y aún no he saltao a caballo.

Lidió el finao lo que pudo
sin lograr alzar cabeza
mama murió en la pobreza
quedé yo, cuasi desnudo,
igual que cuzco lanudo
extraviao en los rastrojos
dentré a llenarme de abrojos
y a verme tan disgraciao
que no sabía pa'qué lao
podía dirigir los ojos.

Por ahí un mozo tropero
se me arrimó en compañía
con él, al menos comía
sirviéndole de boyero
de cuando en cuando un ternero
cogaba de la enramada
a veces, de madrugada
llegaba con media res
o volvía arriando, al mes
hacianda contramarcada.

En una d'esas salidas
cuatrerió con mala suerte
y tropió, sombras de muerte
por sendas desconocidas...
Sus cosas, por mal habidas
se hicieron humo en el viento...
en un carrito el Sargento
cargó el semejante lote
y se jue, duro el bigote
al parecer, muy contento.

Era tan gurí tuavía
que dispués alguien llegaba
y de favor me llevaba
pa'usarme en cuanto podía,
de noche, me resistía:
"Yo duermo en mi madriguera".
Y no hubo forma o manera
de hacerme contradecir
en caba había de vivir
mientras Dios lo permitiera.

Se acabó, claro, el favor
mas no mendigué el bocao;
¡y los días que he pasao
sin clavar el asador!
Rodando de mal en pior
me vide güeso y pellejo,
"no vas a llegar a viejo"
pensé, pero ¡bah!, que llueva,
mientras conserve su cueva
puede salvarse el conejo.

Mozo, ya, de diente largo
y temblequeras de alambre
de tanto engañar el hambre
con galleta y mate amargo,
me amparaba sin embargo
en el rancho mi honradez:
jui mensual más de una vez
pión de un que otro chacarero
en viajes cortos, resero
domador improvisao
y lenguaraz alquilao
de un gringo cambalachero.

A la tierrita vacía
que cercó hace añares tata
l'eché zapallo y batata
más tarde, papa y sandía;
ningún comprador venía
ni lo hallé en pueblo y villas
pudriciones y polillas
se llevaron lo sembrao
y perdí tras d'endeudao
tiempo, trabajo y semillas.

Cacé gatos de pajales
pa'unos tramperos mulatos,
atigraos sanos, baratos
los más, ¡a catorce riales...!
Largué, curandié animales
por mi esperencia heredada,
daba güelta la pisada,
les medía el esqueleto,
y hasta a la gente, en secreto,
con mi oración los sanaba.

Jué en verdá, lo que produjo,
mas qué aficionao aguanta
cuando llega un Mano Santa
y milagrea a lo brujo
a tuitos locos los trujo,
viendo tanta maravilla
ni al llevao en angarilla
l'erraba la compostura
bastaría saber que al cura
le atajó la culebrilla.

¡Qué no intenté a brazo y mano
en procura d'ese cobre
con que al fin comprueba el pobre
que vive luchando en vano!
Pasión triste del paisano
en su amor al campo ajuera
bregue o haga lo que quiera
terminará como empieza
hundido en negra pobreza
con su rancho echo tapera.

Vencido y honrao deudor
les llevé a la pulpería
catre, pilchas, lo que había
que tuviese algún valor.
El rosal de mama, en flor
lo enterré junto a la puerta,
si a ver su casa disierta
baja su alma acongojada
tal vez la flor hechizada
me disculpe con mi muerta.

Soledá


Le hablé, como gaucho entero,
y ella supo en la ocasión
que le entriegué el corazón
cuando le dije: Te quiero.

Ahura, estoy en mi agonía
igual que la noche aquella,
no hay luz, se apagó la estrella...
¡y a mí me alumbra entuavía!

Pa pagar deudas del suelo
Dios precisaba oro puro
y pa salir del apuro
se la llevaron al cielo...

De hoy en más, aunque me sobre
campo, hacienda, cinto aviao
seré al no verla a mi lao
¡naide! ¡sombra! un pobre pobre...

¿Qué plata vale el tesoro
de la mujer merecida?(1)
¡Odio le tengo a la vida!
Porque soy gaucho, no lloro.


(1): En el antiguo lenguaje de mis abuelos criollos la mujer "merecida" no es la que uno "merece". Es la "merecida" en sí y por sí. Por sus dones naturales: gracia, belleza, bondad. "Es una moza merecida"... expresión admirativa y calificadora: la mujer más hermosa y completa del pago.

Como cencerros

(Foto: Eduardo Amorim)
Siempre fueron mis cantos como claros cencerros,
llamadores del tiempo, sobre el viejo camino;
cencerros de la estirpe en ranchos, pampas, cerros
convocando a los signos más altos del destino.

¡Dios te conserve gaucha, mi tierra bienhechora!
¡Dios oiga tu cencerro, santa y noble Madrina,
cuando entropilles nuevas legiones de la aurora
en las rutas gloriosas de otra epopeya andina!

Los laureles ¡oh tierra! que te aprietan las sienes
te bastan, por su origen, popular y profundo,
con menos de lo ajeno y más de lo que tienes
del genio primitivo con que enfrentaste al mundo.

¡Cencerro... te hice canto, para que me traslades
en la sangre del pueblo que mi acento levanta
por rumbos de peligros en futuras edades
cuando se haya extinguido la voz de mi garganta!

lunes, 28 de marzo de 2011

Pero el poncho no aparece



Todos pidieron que cante,
y ahí nomás solté al camino
una tropilla de trinos
que marchaban p'adelante.
Como en esto soy constante
y el canto en mi pecho crece,
dejé como tantas veces
mi poncho pampa a un costao.
Hoy la fiesta ha terminao...
¡pero el poncho no aparece!

Aquél que llevó ese abrigo
sabiendo que no era el dueño,
no se enterará ni en sueños
que ese poncho era mi amigo;
él fue el único testigo
de mis dichas y reveses,
el pensarlo me enternece,
pero con eso... ¿qué gano?
Son todos buenos paisanos,
pero el poncho no aparece...

Fue justo en Semana Santa
que alguien me hizo la gauchada,
¡si parece una humorada
robarle un poncho al que canta!
Mi suerte no ha de ser tanta
p'hallar un poncho como ése,
¡me cobijó tantas veces
en noches de serenata!
Por hallarlo oferté plata,
pero el poncho no aparece...

¡Vieran qué pena que siento
por perder mi poncho pampa,
y por aquél que con trampa
me lastimó en un momento!
Pero, paisanos, no miento,
si el que lo tiene dijese:
"¿qué hago si el poncho aparece?"
y me explica los porqué,
¡Yo se lo regalaré...
pero el poncho no aparece!

Sobre mi sombra

Un moscardón azul , teje la siesta
sobre los cuatro rumbos de la tarde.
Anda un cansancio de sol por los caminos
que se mete en los ríos de la sangre
en el yunque del pasto , las chicharras
van rompiendo pedazos de la tarde.
Y yo estoy, parado aquí, sobre mi sombra
con las venas abiertas en el aire.

Pasa su piel rosada en una nube,
pinta un ceibo su boca de ansiedades
y su cabello se desfleca al viento
sobre el maremar de los trigales.
Cada aroma sutil es un deseo
en esta soledad de soledades
y yo estoy parado aquí sobre mi sombra
con las venas abiertas en el aire
....................................
Un moscardón azul teje la siesta,
sobre los cuatro rumbos de la tarde.
Anda un cansancio de sol por los caminos
que se mete en los rios de la sangre
...............................
Cada aroma sutil es un deseo
en esta soledad de soledades
y yo estoy parado aqui sobre mi sombra
con las venas abiertas en el aire.

De vuelta y media

(Dibujo: Eleodoro Marenco)
Pa que aprieten y copen los que charlan
que no quedan mas crioyos en mi tierra,
ya que tengo la taba, pa prubarla,
bia a tirar a clavar de guelta y media.

Puede ser qu'entre tantos salga un toro
que me grite, entonao: "Voy al qu'espera!"
Carculando qu'el tiro salga un... lomo
y pialarme en las burlas ¡diande yerba!

Tira un gaucho Señores, voy al tiro:
tan de banca hast'al poncho y las espuelas.
Que aproveche pa armarse el gringuerío
y el que dude del hombre de esta tierra!

¡Y se jué cabayeros, abran cancha,
va de chasque, bajito y apurada,
pero cierren los ojos los que aguantan
por si salta la tierra en la clavada...

Carneada

(Pintura: Carlos Montefusco)
Una charla mezclada con los clamores
de unas ruedas resecas y envejecidas,
anuncian que se acercan los carneadores
por la misma huella de "ida y venida".

Van rumbeando al potrero, tras de la Estancia,
donde esperan la hora de la carneada,
un vuelo de chimangos en vigilancia
que después, en los postes, hacen parada.

La "zorra", desprendida de la asidera
clava el pértigo en tierra, mientras los peones,
van derecho a las gordas, donde una overa,
dispara maliciando las intenciones.

Esa! -grita uno de ellos-, como un convite
mientras arma el trenzado con todo esmero,
despues le forman calle y a un solo "pique"
la llevan paleteando hasta el matadero.

Al llegar a la playa zumba la armada
y el pingo, baquianazo, queda aguantando,
mientras ciñe la arisca que, medio ahorcada
resuella a los quejidos trastabillando.

Como luz, sobre el lazo y echando amno
se ha corrido uno alerta por la embestida,
luego un triste balido que es casi humano
comprueba la certeza de la honda herida.

En las últimas ansias, tiembla unos pasos,
despues, ya desangrada cae de rodillas,
y afirma la cabeza, besando el lazo
que le ingirió la muerte con la presilla.

Sobre el "pucho" garrean, la carne asoma,
y hacia a los costillares baja el acero,
cuando alguno descarna, puntea la broma:
"El que quiera matambre que vaya al cuero"...

Después, como descanso, por un momento,
se oyo "cantar" la chaira sacando filo,
luego prenden un "negro", siguen un cuento
y un cuzco, largo a largo, duerme tranquilo.

Termina la faena; la zorra vieja
se queda con la carga medio empinada,
y comienzan las ruedas la misma queja
que anuncia, entre dos luces, la retirada.

Sacha médico

Con ovejuno
poncho y ushutas,
en su mulita
viene mi cumpa

bajando el cerro
pa la ciudad.
Todos lo salen
a saludar.

Lleva ochenta años
a la cuncuna,
y es juerte y ágil
como los pumas.

Tiene en los ojos
como en el habla,
todo el misterio
de la montaña.

Cura con yerbas
y con palabras;
sana los cuerpos,
sana las almas.

Cuentan que a uno
le curó el mal
con tres palabras
y un ademán.

Y es tan querido
que cuando muera,
en todo el valle,
y hasta en diez leguas,

no habrá ni un alma
que no le encienda
para su ánima
un pucho'i vela.

Ausencia

(Foto: Fernando Sassone)
Me l'han llevao lejos,
¡pa que otro la quiera!
Io m'hi quedao solo,
ahogao con la pena.

Tuviera, me digo,
corazón de piegra,
pa no sufrir tanto
con la ausencia d'ella.

Me paso las horas
sentao a la puerta,
los ojos pegaos
a la huella;

pensando en la cara
tan triste, y aquella
palabra tan dulce
que me dijo apenas...

Me l'han llevao lejos,
lejos, pa otra tierra...
¡Y otro la'hi querer
aunque io la quiera!;

pero si Dios manda,
quién sabe que güelva;
por eso me quedo
sentao a la puerta
los ojos pegaos
a la huella.

Décima

(Foto: Monumento a don Vicente Espinel en Ronda, España)
Soy la décima. Esa soy.
La de armoniosa cadencia,
la que ha impuesto su vigencia
del lejano ayer, a hoy;
la misma que uso Godoy
cuando le dio voz al Corro,
aquella que no hizo ahorro
cantando a la independencia
y vapuleó la insolencia
de aquel coloniaje engorro.

Soy la décima. Redonda
en sones, tonos y climas,
la que enseñorea sus rimas
como gorjeo en la fronda.
Soy la que ha nacido en Ronda
allá en la España europea,
pero que bien se florea
en toda la Hispanoamérica
y que a su hidalguía ibérica
fue acriollando en cada aldea.

Soy la décima. Y orgullo
tengo por haber nacido
y también porque he servido
al pueblo en gestas o arrullo:
clarín de guerra o murmullo
en un preludio de amor.
Si todo he dicho, señor,
mucho más he de decir
que nací, para vivir
pariendo versos en flor.

Soy la décima. Espinel
me lió de forma paqueta
y me dio a cualquier poeta
me esculpa con su cincel;
no todos tuvieron miel
para untar mis diez razones
muchos, sólo fueron peones
afanosos, consecuentes,
los pocos sobresalientes
sin duda han sido patrones.

Soy la décima. Campera.
La del fogón del tropero
o la que bajo el alero
se deshojó plañidera;
la que fue a la montonera,
al vivac, la toldería
y la que a la pulpería
la transformó en auditorio.
Traigo silencio, jolgorio
y del campo, letanía.

Soy la décima. De Uzal,
de Risso, Menvielle, Charrúa,
a la que bien acentúa
Obligado, y no es casual.
Con Varela pasa igual
que con Boloqui y Panizza.
Soy la décima, y hechiza
al poeta, mi presencia:
sé vivir con elocuencia
y el buen decir, me cotiza!

miércoles, 23 de marzo de 2011

China


Cuando se dice: China,
debe llenar la boca todo un sabor de pampa.
Y si digo: mi china,
toda una pampa entera se me aroma en fragancias.

Ondulaciones de hembra, crispaturas de nervio,
quejumbres de tacuara,
afelpa en sus jadeos mi Paraná nativo...
(Y ella, mi china, se miró en sus aguas).

Grabaron en la seda de su pelo,
lunas joyantes, cifras de su plata.
Y se han dormido pájaros brujeros
en sus ojeras hondas, equivocando rama.

Ceibales dulces de color violento,
taparon las mejores lechiguanas
que ha picado la rata de mi beso,
en su boquita, acequia de aguas claras.

Tembladerales al deseo ansioso,
se abren sus brazos en caricias largas.
Y quiebra el pecho de percal tirante,
toda la gracia en parvas.

Los juncos de su talle,
cuando cimbrean, la batita opacan...
(Y eso que en sus caderas es relumbrón sedero
la más triste sarasa).

Si habla mi china es un trinar de mirlos,
si está en silencio un aventar de malvas.
Enfiesta el pago con su sola risa
y enluta el mundo con sus pocas lágrimas.

Así es mi china, un Tucumán de linda;
la quiero más que al flete, la vihuela y la daga.
Y es como el bañado de "La Estrella" en mi pago:
buena a retazos y a retazos mala.

jueves, 17 de marzo de 2011

La apuesta




En la estancia "La Oración"
a eso de la madrugada
estaba la paisanada
mateando junto al fogón
cuando uno de la reunión
dijo: - Yo voy a cantar-
y sin hacerse esperar
pulsó su dulce instrumento
y con voz de sentimiento
esta historia entró a detallar.

"De la hija de un boyero
se enamoraron un día
Juan Cruz, gaucho de valía,
y el hijo de un estanciero,
cuál de ellos dos era el primero
naide sabía de fijo
entonces el anciano dijo:
-Cada cual traiga su pingo
y aquél que gane el domingo
será su dueño, exijo!

Llegó el domingo y la gente
alrededor de la cancha
cayó como avalancha
para ver al de la suerte.
Al rato altivo y sonriente
cayó Juan Cruz bien montao
en un oscuro tapao
y detrás el altanero:
el hijo del estanciero
en un alazán tostao.

Y ahí nomás se prepararon
los dos con fe de ganar
y sin hacerse esperar
a la voz de "Ahura", largaron.
Dos o tres gauchos gritaron
mirando para un costao:
-No hay duda, gana el tostao.
mientras que otro sostenía
que el pingo que más valía
era el oscuro tapao.

Los dos pingos en la brecha
disparaban sin desmayo
si el alazán era un rayo
el oscuro era una flecha.
La muchacha satisfecha
esperaba al gaucho ufano,
ella quería al paisano
no al hijo del estanciero,
no ambicionaba dinero
sino un amor soberano.

Iba adelante seguro
el hijo del estanciero,
cuando miró que, ligero,
lo iba alcanzando el oscuro;
se vio el pobre en un apuro
y se puso así amarillo,
y al ver decaer su brillo
con un gesto de locura
le hechó mano a la cintura
y desenvainó el cuchillo.

Su rival sin sospechar...
sin sospechar se acercó
y el cuchillo le clavó
al indefenso animal
que dio un relincho fatal
y cayó en sangre bañao.
Juan Cruz quedó ensimismao
al ver la acción del sotreta
que iba llegando a la meta
y sin poderlo alcanzar.

Pero la joven que vio
la acción de aquella alma ingrata,
besó llorosa a su tata,
el que nada comprendió,
y cuando cerca lo vió
al verlo venir sonriente;
se abrió paso entre la gente
y le gritó: -"Con vos no me hallo-
y a las patas del caballo
se tiró y halló la muerte.



Rastrillada

(Foto: Javier Echeverry)
Yo siempre quiero cantar
igual que el ave salvaje
y sin creer que mi plumaje
más que otro ha de brillar,
no es que quiera descollar
ni andarme vanagloriando
más, mis versos comparando
a una salvaje potrada,
dejarán su rastrillada
por donde vayan pasando.

YO siempre quiero cantar
porque el cantar me mantiene
un verso va y otro viene
y otro más quiere asomar,
no los puedo rechazar
porque llegan como el viento
y los recibo contento
porque me causan placer,
de a dos me suelen nacer
mellizos del pensamiento.

Templo mi guitarra y canto
porque me gusta cantar
cuando quiero recordar
lo nuestro que olvidan tanto,
bien alto el temple levanto
para que así la canción
tome más elevación
y llegue hasta esos lugares
donde ya no hay ni cantares
ni nada de tradición.

El nombre de Rastrillada
con que este verso bautizo
viene a ser como un petiso
punteando en una manada,
que en corta o larga jornada
según le toque marchar,
sus rastros ha de dejar
de amor al suelo bendito,
siguiendo aunque sea el tranquito
si no puede galopiar.

miércoles, 16 de marzo de 2011

A tijera

Galpón de chorizo y barro
que ayer marcara un cacique
con bretes de palo a pique
y humaredas de cigarro,
un baldecito y un jarro
colgao de un gancho cualquiera
y frente de la cumbrera
varios lienzos y bellones;
pialan las conversaciones
de una tropilla'e tijeras.

Polvadera que volando
se va como nubarrones
con gritos y maldiciones
de alguno que anda embretando,
mientras que desbarrigando
un esquilador se apura
y dice de su postura:
-"traigame un 'Lincol',cuñao,
porque los muy arrugao
me hacen doler la cintura".

El cogote y la cabeza
del animal 'rambullé'
pa'lanar bueno porque
en las arrugas trompieza
pero una vez que endiereza,
el esquilador baqueano,
no hay pesado ni liviano
que lo haga trastabillar
y del lomo al costillar
le entra a meter a dos manos.

Tiempo de mates cocido,
de 'por días' y lienceros,
de agarradores playeros
y pucheros recocidos...
Adónde andará el sonido
de aquella tijera vieja,
que el esquilador sin queja
con baquía ha manejao,
todito el día agachao
pa esquilar 50 ovejas.

martes, 15 de marzo de 2011

Copla fogonera

(Foto: Paulche Saez de Guinoa)
Una copla nace
sentida y pequeña,
buscando la altura
igual que un llamear,
se prende a la astilla
la lame y rodea
y después crepita
como un aletear.

La llama es pequeña
pero adentro encierra
una fuerza enorme
capaz de incendiar
todo lo que encuentra
dormido en la leña;
lo que el tiempo viejo
logró allí nuclear.

Desde las raíces
del árbol antiguo
subió por el tronco
la tierra natal;
anidó en las ramas
se hizo madera,
algo disponible
que habrá que entregar.

Si vuelve a la tierra
para allí dormirse,
completó su ciclo
de forma normal;
tiempo provisorio
que amasó la vida
y que nos invita
de nuevo a empezar.

Pero cuando acepta
ser cortado verde
y tiene paciencia
sabiendo aguantar,
entonces su leña
será disponible
para ser madera
y así perdurar.

A veces el fuego
igual que una copla
le saca de adentro
todo su calor;
pa entibiar inviernos
o reunir hermanos
que arriman sus manos
juntito al fogón.

El canto de los teros




Sentir por las mañanas
el canto de los teros;
no tanto los de afuera
-que fuera lo de menos-

Amar las cosas simples,
lo sencillo, lo quieto,
dejar que me despierten
lo dormido de adentro.

¡Hay tantas cosas viejas
que esperan su momento
de treparnos al alma
viniendo desde lejos!

En cada chingolito
que canta en el silencio
me despierta la tarde
bandadas de recuerdos.

Parecían dormidos,
huidos del invierno:
¡y bastó un chingolito
para verlos de nuevo!

A veces extraviados
perdemos tanto tiempo
buscando por afuera
lo que llevamos dentro.

Sensiyito

(Pintura: Florencio Molina Campos)
Yo no tengo riales que me den lisencia
pa ufreserle, moza, lo que se merese,
tengo solamente, po aya, en mi querensia,
un ranchito nuevo que... ¡si uste lo viese!

Es un nido gaucho que se ve en de lejos
como quien agarra del poblao pal sú,
serquita di an eran los corrales viejos
que supo ser antes l'esquina "El Ombú".

Y, nu es ponderansia, pero aveses creo
qu'es mas lindo'e vista que ande'está el patron...
Tiene cola'e pato, y amas un blanqueo
tirando a rosita, como su batón...

¡Tuito barro y paja! Como los horneros
lo amase yo mesmo pa tenerle fé,
cosa que a los chirlos que le dé el pampero
me les ponga el pecho sin cambiarle pies!

Las puertas son verdes... como l'esperanza,
y las tres ventanas del mesmo color,
y en el mojinete que da pa l'estancia
l'escribi, parejo: "El trevo di olor".

Tiene dos piesitas, cosina y dispensa,
qu'en total son cuatro pa mas esplicao,
y un alero grande yeno e madreselvas
pa que este a la siesta fresco y perjumao.

Dispues, tiene tierra pa jardin y guerta
con un cerco e cañas pa atajar las aves,
y el pozo pa l'agua cerquita e la puerta
ansi no se cansa la moza que lave.

Y, ansina es mi rancho, como lu he descrito:
nu hay pa que agregarle ni pa que mentir.
Es un nido gaucho, pobre y sensiyito
por si a usté... u alguna le gustase dir.

Domingo

(Pintura: Florencio Molina Campos)
Cada siete brazadas que corre el tiempo
se forma una presilla con el domingo,
pero son siete meses para Rosendo
que vive suspirando por un cariño.

Desde el lunes al jueves junta recuerdos;
de jueves a domingo vive esperando,
pero siempre parece que el tiempo es lerdo
y eso que su cariño lo va empujando!

El sábado a la noche recien resuella:
desensilla la espera de una semana,
y mirando, goloso, la "joto" de ella,
le dice desde el catre: "hasta mañana"...

Y ni bien quiere el día pintar la aurora
ya Rosendo impaciente tira los ponchos,
como no desvelarse, si "entre" unas horas
va a cobrarse la espera... ¡Mirá que zonzo!

Por eso tempranito se empilcha y monta.
Son diez leguas de huella pero no es nada,
para eso el doradillo mientras galopa
va cruzando las riendas cada escarceada.

Por fin llega al palenque de sus anhelos
y unos labios le brindan la bienvenida.
Que importa una semana con sus desvelos
si el domingo le endulza toda la vida!
..........................................
Cuando vuelve a la Estancia ya está aclarando,
pero esta vez el día despierta en lunes,
y Rosendo murmura, desensillando:
Siete días sin verte...¡Cirila Junes!

La cita


Ariqueando a los perros, prevenido,
llega el mozo, baqueano, viento en contra.
Y hasta al frene del pingo que desmonta
le "manea" la coscoja por el ruido.

Se aproxima hasta el quincho de la huerta
vigilando hacia el rancho que dormita.
Y allí espera, hasta la hora de la cita
siempre atento al rumor de algún alerta.

Son la once, mas bien medio corridas
y la noche estival se despereza,
en la luna grandota que bosteza
galopando en el cielo mal dormida.

Sonrie el gaucho feliz, y sin urgencia
arma un "negro" de puntas hilachadas,
y ocultando el tizón echa pitadas
por "matar" con el humo la impaciencia.

Derrepente, una puerta silenciosa
va agrandando una hendija con recelo,
y allí asoma, emponchanda con su pelo,
una criolla vestida color rosa.

Tira el pucho el paisano y de goloso
se resfiega el ocico cual si fuera
a morder un churrasco de ternera
que se está derritiendo de jugoso.

Y estirando a lo cisnes el pescuezo
se aproximan los dos y en cuanto apenas
se saludan, bajito, con las "guenas"
ya se quedan prendidos en un beso.

Y, hasta el pingo primero sorprendido
viendo el bulto "rosao" con extreñeza
inclinando de a poco la cabeza
por no ver... se ha quedado entre dormido.

Yo vi enlazar a rodeo

(Pintura: Francisco Madero Marenco)
Playa bien grande y durona,
Por lo general laguna,
Donde la hacienda vacuna
Pa’ trabajar se amontona.
Tropel de lonja y carona,
De lazos y balanceos,
Entreverando escarceos
De caballada tremenda,
Donde se marcó la hacienda
Sin alambre y a rodeo.

En esos mismo’entreveros
Yo vi a un capataz criollazo,
Enlazar con todo el lazo
Mientras se arronda el ternero,
Vieran qué tiro certero,
Qué cosa más praticada,
Cuando parecía que nada
Había alcanzao con su anhelo,
Picó la argolla en el suelo
Y lo alcanzó con la armada.

Desde ‘ai que vengan los gringos
A querernos corregir,
O como hay que dirigir
Con el lazo, cualquier pingo,
Ahí está lo que distingo
Que cuando enlazan los criollos,
Lo hacen con cinco o seis rollos
Y argolla que se enarbola,
Y no con lazos de piola
Y armada como pa pollo.

Nosotros, más muchachotes,
Serviamos para atajar,
Y no dejar disparar
Las vacas y los mamones.
Y entre vecinos y piones
Con el patrón oportuno,
Se trabajaba el vacuno
Y en grandes remolineos,
Yo vi enlazar a rodeo
Y hasta con lazos de uno.

Por eso cuando tranquilo,
Medito en mi soledad,
Sueño aquella antigüida
Por donde también desfilo.
Ya no está el viejo Cirilo,
Aquél de la armada diestra,
Y cuando el cine nos muestra
Enlazando algún gringazo:
Quisiera trenzar un lazo
Para amarrar cosas nuestras.

viernes, 11 de marzo de 2011

Los payadores


Cardenales de la umbría
que en romántica visión
con fibras del corazón
tejieron su fantasía;
a través de su poesía
dulcemente soñadora
va la estirpe vencedora
constelada de videncias
alumbrando las conciencias
con resplandores de aurora.

Por ellos jamás expira
el sol de las guachas glorias,
que aferrada en las memorias
cruza los tiempos su mira;
podrá enmudecer la lira
ahogada por los quebrantos,
podrán sombríferos mantos
amortajar el alcor,
podrá morir el cantor
pero no mueren sus cantos.

Con la idealidad intensa
que encarnó su concepción
llevaron a la legión
el prestigio del que piensa;
y al penetrar en la inmensa
muchedumbre que se va,
cantando lo que vendrá,
fueron sus liras rurales
otros tantos ventanales
abiertos al más allá.

Como marcharon ungidos
de proféticas canciones,
plasmaron las rebeliones
al formar los convencidos;
para que adversos latidos
la montonera avasalle
ellos abieron el valle...
Cuando el ciclón se avecina
el relámpago ilumina
antes de que el rayo estalle.

En ellos los espejismos
de las pampeanas llanuras
engarzaron las más puras
flores de sus idealismos;
y al colmar con sus lirismos
ambiciones vesperales,
fueron tirteos rurales
aquellos rapsodas nuestros:
en una nébula de estros
Güemes templó sus ideales.

Dieron a las muchedumbres
en sus potentes escalas
la majestad de sus alas
para llegar a las cumbres.
El alborear de sus lumbres
toda la recua agiganta;
porque el trovador levanta
lo que el ignorado siente:
de las almas del torrente
una lucha y la otra canta.

Ellos son una faceta
del diamante campesion,
pulida en el torbellino
de la aspiración secreta.
El azul de esa paleta
que dejó el alba en la altura
y la sutil vestidura
que en romántico derroche
tejió con sueños la noche
para arropar la llanura.

En el albo centelleo
que pusieron en sus frentes
las estrofas elocuentes
del romancesco torneo;
y en el cumplido trofeo
de los labios de la amada
se encuentra sintetizada
la luz de sus pensamientos:
ceibos, labios y talentos
cuajan la vieja payada.

Pero fue al cantar amores
donde el poeta nativo,
todo su ser sensitivo
vió cristalizarse en flores.
Cuando amantes sinsabores
marcaron en su alma rastros,
con líricos alabastros
le puso a su pena broche:
hay que atravesar la noche
para llegar a los astros.

Sus guitarras son reflejo
del espíritu campero
que cantó bajo el alero
el laurel del tiempo viejo;
y porque fueron espejo
de tanto anhelar extraño,
ellas serán el peldaño
por donde tendrá que ir
todo el que quiera subir
hasta las almas de antaño.

jueves, 10 de marzo de 2011

En la "María Elisa"


Sobre la verde extensión
del hermoso campo abierto
resuenan tristes "a muerto"
las voces del corazón;
es que llega la oración
y ya del sol los reflejos
se pierden allá a lo lejos
entre las verdes alfombras
mientras se cubren de sombras
los alfalfares parejos...

Lechuzas de mala estrella
en hondas meditaciones
como si fueran mojones
se paran contra la huella;
de vez en cuando descuella
el grito del teru-tero
y algún chimango agorero
equilibra en el alambre
mirando con ojos de hambre
la gordura de un ternero.

La novillada vencida
a las moscas le dispara
y en el lindero se para
contra el alambre reunida,
de vez en cuando aburrida
fuertes mujidos entona,
y como rez de la zona
un lindo toro rosillo
hincha el lomo y se hace ovillo
mirando una vaquillona.

Galope tendidoy largo
bien a la nuca el sombrero
va recorriendo un puestero
las haciendas a su cargo,
se para y con gesto amargo
ve que ha muerto un "empastao"
sobre el basto del recao
toma nota en la libreta
mientras un halcón "sotreta"
de gritos "alborotao".

El mayordomo en carruaje
regresa alegre y feliz
y la doliente perdiz
silba su adiós al paisaje.
Ya reunido el paisanaje
se rodea en el fogón,
canta un criollo una canción
que a sus tristezas amarra
y se abraza a la guitarra
mientras muere la oración.

Por una mujer

(Fotocomposición: Mariana Suarez)
Después de larga jornada
Cruz Montiel llegó hasta el pago,
donde dejara el halago
de su cariño mejor;
y encontró el rancho vacío,
las flores secas y mustias,
lleno el ambiente de angustias,
muerto el pájaro cantor.

Sobre la guitarra
lloró su querella
y a la ingrata aquélla
pretendió cantar,
pero era tan hondo
su cruel sufrimiento,
que como un lamento
pudo balbucear:
-"Si tanto la quise,
¿por qué me ha dejado
por qué ha destrozado
la fe de mi amor?.
¿No sabe que ahora
andará mi vida,
sin tener guarida
para su dolor?

Salió vencido al camino,
miró el pangaré ensillado
y de un salto, en el recado,
a lo criollo se sentó:
hincó espuelas a su flete
y en la loca disparada
una trágica rodada
al pobre cantor mató!
Caía la tarde
silenciosamente
el sol en poniente
su luz ocultó;
la noche sombría
bañando el desierto
sobre el gaucho muerto
su poncho tendió!

Cerca de la huella
un alma piadosa
le cavó la fosa
en la tierra fiel,
puso la guitarra
como una mortaja
y escribió en la caja:
"¡Por una mujer!"

Rancho viejo

(Pintura: Armando Repetto)
Semioculto en el cardal
que ha florecido en la loma,
apenas su techo asoma
desafiando al vendaval,
la ramazón del sauzal
lo acaricia dulcemente
y es una trova doliente
lo que modula el pampero
cuando azotando el alero
lo hace gemir hondamente.

Cuántas veces a la verga
del fogón, bajo la luna
romántica como una
novia ebria de quimera;
vibró sensual y hechicera
la pasional vidalita,
mensajera de la cuita
del gaucho a su bien amada
que oyó toda embelesada
la melodía infinita.

Y aunque yace abandonado,
triste cual un camposanto,
conserva siempre el encanto
de su glorioso pasado;
los recuerdos que han quedado
surgen de allí triunfadores
y los pájaros cantores
que anidan en la floresta,
suelen ponerlo de fiesta,
como en sus tiempos mejores.

De las paredes grietadas
entre los terrones secos,
parecen latir los ecos
de las últimas payadas;
"en las tardes incendiadas"
al reflejo postrimero
baja del sauce el boyero
e igual que los payadores,
entona trovas de amores
sobre el palo del alero.

Viejo rancho agonizante
que a la orilla del camino,
te ha reservado el Destino
cual criollo tema insinuante;
no está la hora distante
en que las rejas hurañas,
desgarrando tus entrañas
abran hondo y ancho cauce
y no quede más que el sauce
testigos de tus hazañas...

¡Consejo gaucho!


Yo tampoco no creía, era como vos,
rebelde pa las cosas santas,
pero un día una mujer... ¡Una mujer!
Bueno, una de tantas
se me plantó en la huella,
me llenó de padecer
y escureció mi estrella!
¡Si habré penao!
Todo el abrojal del camino
prendido a mis garrones,
amargao,
sin rumbo ni destino,
ni sueños ni ilusiones!

Y yo, si fuí inocente!
Al principio llegué a creer
que fuera franca en el querer,
que su cariño era mío,
que mío era hasta su dolor,
y ahura me olvido
y me río
de lo zonzo que he sido
con ese amor!

Resultó chúcara la indina,
pa todo era capricho,
cociaba la batea,
patiaba la cocina
rabiosa y gritona...
¡Qué fiero el bicho
me fue como la mona!
Pa colmo, una noche
que volví al rancho
al tranco de mi zaino
trayendo sonceras
pa los vicios;
una linda yerbera,
percal, agua florida,
jabón de olor y una paineta,

porque era presumida,
quién te dice que llego
y veo a la fulana
prendido con otro en la ventana...!
¡Casi la mato!
Vichando de la sombra estuve un rato,
apretao el cuchillo
con gana e'degollarla
y Dios, amigo,
se arrimó a salvarme
y a salvarla!

"No la matés", gritó... Dejala...
- Es que la adoro,
me ha embrujao su boca,
me muero sin su beso!
-"Naide se muere por eso"
me retrucó...- Olvidala...
No hay nada más fácil
que olvidar a una hembra mala!"
Me volví...
Solito rumbió mi zaino
pa la pulpería
y vas a creerme m'hijo,
que dende ese día,
Dios cambió mi pesar por alegría!
Ansí que vos que estás penando
como yo aquél día,
aguardá que Dios te mande
pa la pulpería!

Santos Vega

(Video provisto por Carloquilmeslopez)Santos Vega es la tristeza
del crepúsculo campero,
es el nido del boyero
sobre el arroyo que reza,
es el rocío que besa
a las corolas sedientas,
y las nubes cenicientas
donde en flamígeras trazas
escribe sus amenazas
la mano de las tormentas.

Es esa parte de sueño
que en nuestra esencia paisana
canta al sol con la mañana
de un bien inspirado empeño.
Es el tumulto sedeño
de las negras cabelleras,
el dolor de las ojeras
que en el otoño declinan
y la esmeralda en que inclinan
sus frentes las primaveras.

Él marcó su trayectoria
entre dos trágicas flores:
el lirio de los amores
y la rosa de la gloria.
Su historia es la triste historia
de tanto ignorado ser
que elevó su padecer
para que lauros ardientes
ciñeran sobre su frente
las manos de una mujer.

Cantor soñador y errante
adonde quiera que fue
tuvo un sahumerio de fe
en su guitarra gigante.
Por ceñir su pecho amante
en nostálgica fortuna
tuvo espumas la laguna,
gallardos cimbros los lirios
y para orlar sus delirios
melancolías la luna.

Heredó de las llamadas
la triste meditación;
su alma vivió en comunión
con las cosas olvidadas.
Así por las alboradas
al cruzar con rumbo incierto
llevaba en el desconcierto
de sus miradas profundas
dos águilas moribundas
perdidas en el desierto.

Así cruza el trovador
de los alcores andinos
constelando con sus trinos
los tedios del labrador.
El alma de ese cantor
es el alma de la umbría,
al poner en la poesía
que el crepúsculo despliega
frente a las sombras de Vega
la palidez de María.

Martín Fierro

(Video provisto por Carlosquilmeslopez)Brumas en la pampa inquieta
y en el ambiente rigores,
por eso con los colores
más fuertes de su paleta,
el psciólogo poeta
al pintar este paisano,
pinta con soberbia mano
el bramido del torrente,
el plañir de la corriente,
y la tristeza del llano.

Fierro encarna la legión
de los paisanos de ayer
que en el rudo padecer
templaron su corazón.
Su serena floración
mató el cacique y el grillo,
y al ir perdiendo su brillo
quedó en erial transformado;
que eternamente pisado
suele hacer barros el trillo.

Ya lejos del torbellino
que envolvió su mocedad
prestándole autoridad
para afrontar al destino,
sus penas de campesino
y sus tristezas de paria,
una legión visionaria
de aspiraciones y duelos
hizo cruzar por los suelos
de la pampa solitaria.

Y pasa el "Viejo Viscacha"
lleno de filosofía
que aprendió en la serranía,
y en el turbón y en la racha.
Su saber es como un hacha
esgrimida en el consejo,
es de la vida el reflejo,
pues como dijo su labio:
el diablo por diablo es sabio
pero más sabio por viejo.

Y porque son los paisanos
que constelan el poema
el más acabado emblema
del hombre de nuestros llanos;
en esos versos galanos
nosotros debemos ver,
junto al sincero placer
de un bien inspirado estro,
el cuadro de un gran maestro
inspirado en el ayer.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Sapo Fierro

(Foto: José María Perez Nuñez)



Aquí me puse a vivir,
con mi sapa y mis sapitos,
en este aljibe infinito;
cuanto más fijo mejor,
que al sapo muy picaflor
lo cazan como chorlito.

Yo nací en una laguna
y mi cuna fue de lodo,
cosa de ningún modo
me puede desmerecer,
que a la hora de nacer
renacuajos somos todos.

A este fondo no rodé,
me mudé con gran trabajo.
Yo no soy un estropajo
ni por desidia me hundo:
no es lo mismo ser profundo
que haberse venido abajo.

Aquí estoy entretenido
como gato en almacén.
Me gusta pasarlo bien,
quieto y con economía,
que sapo que anda en la vía
no lo para más que el tren.

Yo tengo una picardía
cuando suena la roldana:
me escondo de buena gana
para salvar mi pellejo,
que el sapo sabe por viejo
pero más sabe por rana.

Aquí me voy a plantar
profundo como carozo.
Yo le digo al veleidoso
que por variar se desvive:
sapo que cambia de aljibe
siempre es sapo de otro pozo.


El Negrito

(Leyenda Uruguaya)Se lo llevaba en una bolsa,
el caminante Don Tiempo;
y según dicen las viejas,
por uno de los aujeros
iba asomando la cabeza
y con los ojos como tejos,
igual que un pájaro chúcaro,
el negrito del pastoreo.

Dicen que en aquella estancia
se lo cambiaron por un perro;
que era un grano de pimienta
la cabecita del negro.
Tenía los dientes muy blancos;
pero como andaba siempre serio,
de noche no se veía
el negrito del pastoreo.

Cuidaba miles de ovejas,
que abrillantaron los cerros...
y siempre a boca de noche
las traía pa los chiqueros,
antes que soltase las suyas
el dulce pastor San Pedro.

Como es fácil confundir
para un niño gaucho y negro,
una majada de estrellitas
y una majada de corderos,
las encerraba temprano
el negrito del pastoreo.

Y en mitad de una gran tormenta
donde con tanto centelleo,
se le destrozó el chicote
de los rayos del infierno;
por más cuidadoque puso;
por más que se hincó en el suelo
y hasta le pidió prestada
una estrellita a San Pedro,
perdió una oveja el humilde
negrito del pastoreo.

Lo mandaron a pie a buscarla
por las seis leguas del potrero.
Jesús le encendió la luna,
con pena del niño negro...
Empezó a comerlo el hambre...
cayó rendido de sueño...
y las hormigas terminaron
con el negrito del pastoreo.

Las hormigas lo han creído
algún cascarudo muerto...

Lo enterraron sin velorio
y no pudo alzar el vuelo;
porque no son cuatro luces
las velas: son cuatro dedos...
Y como no le señalaron
el camino de los cielos
anda perdido por los campos
el negrito del pastoreo.

Tal vez se mezcló su oveja
con la majada de San Pedro.
Estriba en cualquier cabito
y sube a pedir rodeo...
Pero la luz se le acaba
en el camino del cielo
y cae chisporroteando
como los otros instectos.

Por eso cuando se pierde
de un alfiler hasta un beso
se le promete una luz
y él lo encuentra en un momento...
Tiene que ser un cabito
y tiene que arder en el suelo;
porque es muy humilde el ánima
del negrito del pastoreo.

Romance de Pumas


Hacen ricién unas horas
que terminó el entrevero.
Entuavía sale el humo
de sangre, hocicos y fierros.
Los redotaos buscan madre
sierra arriva o monte adentro
y sus galopes encienden
un chisporrotear de teros.
Allá se paran diez gauchos
pa morir pisando el freno.
Sacan coraje de un pozo
que tiene brocal de cuervos.
Sobre el albardón heroico,
se echa un arroyo regüelto
de redomones clinudos,
divisas, chuzas y viento...
y los clarines mellaos
dentran a tocar degüello!
El regatón de las lanzas
va dando güeltas a los muertos;
buscan el viejo caudillo
pa que sirva de escarmiento.
Cuando redame la sangre
de ese General Lucero,
las yegüas no dan más potros,
las chinas no dan más güenos.
Salió en un moro aplastao
y no puede dir muy lejos...
Pa que no se les escape,
boliadoras como perros
se prenden a los garrones
de los últimos dispersos.
Al calor de su tapera
está sentao un agüelo.
Lo hacen temblar los cimbrones
de cuasi setenta inviernos.
Parece tres veces manso:
de güey, de surco y de tiempo...
y lleva un tigre tapao
con un vellón de borrego;
porque a caballo de lanza
es el general Lucero.
Los contrarios van y vienen
sin ver a ese pobre agüelo,
que encontró un poncho de sol
y duerme entre el avispero.

Allí cerquita, en el patio,
pisa la sombra del viejo
uno de sus ayudantes
que acaba'e cáir prisionero.
Es un lindo mozo'e campo.
Lo esperan allá a lo lejos,
la madre con un bendito
y la novia con un beso.
Está vivo de milagro;
porque el caudillo reseco,
golpea a sus ayudantes
en los yunques del infierno.-
Él se los quita a las madres,
pa darlos a los troveros
que van a sembrar semillas
de tacauaras y guapeos,
cuando le borren su rastro
las heladas del silencio.

Un capitán enemigo
le pregunta al prisionero:
-"¿Dónde anda su general?"
-´"¡Sabe Dios...!- responde el preso,
y se sonríe pensando
que está a media vara de ellos.
Entonces salen al frente
cuatro milicos con réminton.
-"Se le perdona la vida
si nos entrega a Lucero.
Tiene un minuto, ayudante".
Y el caudillo sigue quieto...
recuerda que en "El Talar",
le baliaron el overo...
y que este mismo muchacho
enderezó a lo más feo
y a remesones de espuela
jué gastando el entrevero,
pa dar vida, estribo y anca
a su General Lucero...
Por premiar esa gauchada,
él, delante del ejército
mandó tocar los clarines,
hizo parar ese lancero
la cruz de una bendición
y se la prendió en el pecho...
Hoy dejan que lo jusilen;
él ya no es hombre: es cencerro,
lo necesita su causa
pa entropillar los dispersos;
es la bandera de carne,
la única fe del ejército...
no puede morir por gusto,
como cualquier mozo d'estos;
tiene que cáir de un caballo
al frente de sus lanceros!
-"¡Hable!"-grita el capitán-,
nos va a entregar a Lucero".
El mozo no le contesta,
se jué a cobrar aquel beso...
le está mostrando a la novia
la cruz que ganó supecho...
-"¡Preparen!"
Cumplen la orden.
Y el caudillo sigue quieto:
pero que no se demoren,
porque él lleva un gaucho adentro
capaz de dar más valor
a un muchacho que a un ejército...
-"¡Apunten...!"
Los tiradores
esperan la voz del fuego.
Y los sacude un bramido.
Y se transforma aquel viejo,
y cimbra como una lanza
cuando se clava en el suelo,
pa gritarle al enemigo:

-"¡Soy el General Lucero...!"


domingo, 6 de marzo de 2011

El mensajero

(Pintura:Francisco Madero Marenco)

¡Galopa!¡Galopa!
Los cascos sonoros golpean la tierra,
muerden la gramilla verde en la llanura,
hieren con su filo la senda de la tropa,
difunden sus ecos secos en la altura
y el joven jinete soldado de guerra
firme en los estribos, su corcel apura.
¡Galopa!¡Galopa!

Cubierto de espuma su caballo vuela,
bajo el sol que abrasa o el frío que hiela.
De nada se cuida ni nada le ampara
lluviasy torrentes le empapan la ropa
las flechas del viento le cortan la cara.
¡Galopa! ¡Galopa!

Cumbres, pampas, valles, simas misteriosas
atraviesa el bruto que empuja la espuela:
le atajan el paso moles poderosas,
selvas, lagos, piedras, ramas espinosas,
pircas y quebradas que el abismo vela.
¡Galopa!¡Galopa!

Inclina su cuello, grave y sibilino
el Cóndor, que observa los raudos despliegues
del hombre y el potro, buscando camino,
en el desolado reino de las nieves.
¡Galopa!¡Galopa!

Abostos le miran los ojos vacíos
que abren en las pétreas márgenes los ríos.
¡Galopa!¡Galopa!

Las águilas siguen con inquieto asombro,
desde la alta peña y el nidal en copa,
el ala del poncho que bate en el hombro.
¡Galopa!¡Galopa!

No hay tregua, ni pausa, ni tranco ni trote,
el talón se clava y estalla el azote.
¡Galopa!¡Galopa!

Los Andes, Mendoza, las landas salinas,
los trillos ardientes de los arenales,
calvarios de antiguas rutas argentinas
sembradas con huesos de hombres y animales.
Contra los fantasmas y llamas que topa.
¡Galopa!¡Galopa!

Pumas, cardos, fuego, sopor del desierto
donde anda el silencio sobre un aire muerto,
relentes, visiones que el delirio toca,
falsos panoramas de un martirio cierto.
¡Galopa!¡Galopa!

Le ofrecen reposo las chozas sencillas,
frescura las frondas, sosiego el paisaje
le invitan alegres refugios y villas
praderas tranquilas, casas de hospedaje.
¡Galopa!¡Galopa!

Ni vallas, ni puertas, ni dulce mirada
ni mortal peligro retrasan el viaje.
Muda en cada posta la bestia agotada,
el rebenque, rojo de azotar ijares,
rojos los tacones de la bota dura.
¡Galopa!¡Galopa!

Girones de azules prendas militares
le cuelgan ahora del cuerpo bizarro:
los negros pantanos con negros lunares
le han hecho un capote de sudor y barro,
mas, el brazo taja, corre locamente,
mientras desde el nudo bajo, de la cincha,
cae un hilo fino de sangre caliente.
¡Galopa!¡Galopa!

Columnas de vahos levanta Febrero,
perros cimarrones ladran en jaurías
sobre todo pasa la fe del viajero:
con tientos de leguas va cosiendo días
y noches, al flanco de su derrotero.
¡Galopa!¡Galopa!

Tras su sombra errante quedan en rezago
nieves, cumbres, lagos, campos en pavesas
arenal puntano, sierras cordobesas,
la cueva felina y el traidor amago.
¡Galopa!¡Galopa!

Ya alcanza planicies, ¡trébol y verbenas!
ya no acechan garras ni páramo aciago.
¡Estancias y aldeas!¡Las tierras morenas!
Y de pronto, ¡el río! y allí ¡la barranca!
¡cuna de la insignia toda azul y blanca!

¡Ya se siente el efluvio del nativo pago!
Hunde más la espuela, se agranda su aliento.
¡Galopa!¡Galopa!

No importa si aun queman las llamas del viento,
si asfixian los polvos del rudo verano,
si se hincha la arteria del pulso violento
y tortura el ansia del labio sediento:
¡qué importa la angustia, la fiebre y la muerte
cuando está la meta cerca de su mano!
¡Galopa!¡Galopa!

¡Heraldo celeste de la buena suerte!
¡Galopa! imponente varón espartano!
El deber lo manda y el honor lo quiere
un pueblo que nace sabrá agradecerte.
¡Galopa!¡Galopa!

¡Obliga!¡Castiga brazo sobrehumano!
Cruza en torbellino, Morón, Miserere
y ¡por fin! cumpliendo la última jornada.
Recio el continente, la voz bien templada.
Altivo y jadeante se cuadra en el Fuerte.
"Oficial en alta misión y reservada"
"Un parte. De Chile. Manuel Escalada".

¡Júbilo supremo! ¡Mensaje de gloria
que a un joven y heroico soldado le cupo
traerle a su Patria desde Chacabuco
anunciando el día de la gran Victoria!
¡Manuel Escalada, tu corcel de guerra
sigue galopando sobre llano y sierra;
su casco de bronce resuena en la Historia!

sábado, 5 de marzo de 2011

El sino


Se me jué de la mano
lo mesmo que una taba que refala
topa en la bota sucia de un paisano
y pega un salto, pa pararse... en mala.

Era lo que quedaba de mi china:
flor de mujer, su máma, la finada;
nu era madre, rialmente, era madrina
d'esta gurisa dulce, y disgraciada.

Pero jué como propia, un brote suyo,
criada a lo rosa, cuidadosamente;
se babiaba la zonza en el orgullo
de lucirla algún día entre la gente.

Dios dispuso el asunto, a su manera:
murió mi gaucha y al tapiarme el luto,
miré con odio la criación entera;
ni sé qué diba'hacer, de puro bruto.

Cuando andaba bramando mi amargura
tal que un puma chumbiao y perseguido,
el llanto en manantial, de una criatura,
me degolvió de nuevo el güen sentido.

Guardé el cuchillo y me limé la garra:
le lavé hasta la ropa en la laguna
y pa hacerla dormir, a lo chicharra,
lloró mi pena, su canción de cuna.

Ni más ni menos que borrega guacha
se hizo grande a mi lao: una hermosura...
quien se babió jui yo, con la muchacha,
al ver en tal virtú, tanta lindura.

No precisé rodiarla con alambres
pa librarla de avispas tentadoras,
ella mesma espantaba los enjambres
que rondaban mi rancho a tuitas horas.

Ricos y pobres, mozos convenientes,
los barrió sin mirar, su indiferencia;
era un vaso con aguas trasparentes
l'alegre joventú de su ensistencia.

¿Qué le pasó dispués a mi pobre hija?
Razón de su nacer, mal barajada,
misturas qu'echa el Diablo en la vasija
pa ensombrecer un alma inmaculada.

El gusano más vil llegó a mi rosa:
ni lo vide, ni supe, ni podía
suponer que un tirao, un cualquier cosa
diba a ser lo que m'hija merecía.

No se atrevió a contarme esos amores,
emparvó de misterio el estravío:
ricién caigo, que a veces, sus temores,
le ñublaban los ojos de rocío.
........................................
Se jué una noche que llegue en retraso,
sobre la cama me dejó una esquela
atada en una cinta de oro y raso:
¡el premio, "A lo mejor", que dio la Escuela!

Días y meses la busqué a lo loco,
se enflaqueció, en los trotes, la tropilla,
y me juí serenando poco a poco
al pensar: "He pecao, si Dios me humilla".

Quise olvidarla y la olvidé... de a ratos,
me informaron más tarde, ande vivía,
de su equivocación, de malos tratos,
de la miseria ruin que padecía.

"Ella sabrá -les contesté- lo que ha hecho
de su vida y la mía", y p'adelante
me juí clavando espinas en el pecho
con la resinación de un promesante.

Luego, me anoticié qu'el entrañudo
se robó otra infeliz "pa compañera"...
Pobre m'hijita... la vergüenza pudo
y amaneció colgada en la cumbrera.

Voy a dir a enterrarla y a ponerla
pegadita a mi gaucha: ansí, dormida,
habrá güelto a ser flor y quiero verla
pa juntar el perdón, la despedida.

Mis dos cariños van a estar mañana
bajo esta tierra qu'he querido tanto...
Si no juese un varón que pinta en cana
también como a un gurí me vence el llanto.

Pero debo cumplir con cielo y tierra:
me quedan libre, el corazón y el brazo;
siento un a modo de clarín de guerra
que me alza en peso y que me apura el paso.

Tengo que conversar con ese... mozo:
siguramente no hablaremos mucho.
¡Humo es la vida... y humo venenoso!
A uno'e los dos se le termina el pucho.

viernes, 4 de marzo de 2011

La pulpería en día festivo

(Pinturas: PablosoloDiaz)

Está por reventar de tanta gente:
sirve el pulpero y lava la pulpera
el desfile de vasos, imponente,
desnudo el brazo y alta la pollera.

Zambullido en un casco de sandía,
boga el bolicherito en la trastienda.
"¡Guarda!¡No estorbe! ¡Sucio e porquería!
"¡Vaya a limpiarse y ¡tome! pa que aprienda!"

Como un tirabuzón el llanto agudo
perfora el patio y entra en la cocina.
Cunde el idioma usual del sordomudo;
una seña, de un jeme, y se la empina.

El ruso analfabeto y socialista
y el vasco ordeñador, ultramontano,
han hecho de un rincón, su propia pista;
Marx y Jesús, discuten mano a mano.

Desde el fondo, a caballo de las eses
regresa un "almariao", verde aceituna.
Le habla a cualquiera: "Yo, ya juí tres veces...
"Si será que me he güelto una laguna".

Hace rato demanda un aflijido
que el hambre empuja y el bullicio ataja:
"¡L'oiga, patrón...! Me abaja un embutido...
Haga el favor... si puede, me lo abaja."

Un viejo de pulgar en camafeo
oval y chato, como pico e pato,
lubrica con saliva el orejeo
mientras cincha la flor, en el relato.

"El río Guayquiraró
"trai en su seno escondido...
"¡La pu...cha, se me cortó!...
"Peru es igual: ¡rial envido!"

Un chiquilín desde la puerta, llama,
a quien ni Dios ni nada reconcilia:
"¡Tataaaa...! Me manda pa decirle, mama,
"si ha olvidao la vergüenza y la familia."

Masca, un bigote en u, como jineta,
líquido y vidrio, y la evasión copiosa
le baña por la "u", la camiseta,
con la obispal tintura de Mendoza.

Sus piernas, en barril, para el resero,
mira indeciso y en verdad, no sabe,
en qué pared se apoyará primero:
lo invade un dulce movimiento suave.

"¡L'óiga, patrón...! La ristra e salchichoes...
"¡L'óigame...! Afloje un momentito, viejo...
"¡Vaya al ca...rancho... cuántas discusiones,
viá tener que pastiar, a lo conejo."

Busca el guapo habitual, su contrincante,
arrastra el poncho, ríe, lo recoje:
"¿No hay naide que lo pise... y que se aguante?
"Ande haberá un güen alma, que se enoje."

El chinazo, sargento, se acomoda,
se le arrima un mensual: "No le haga caso".
"¡Hum! ¿Conmigo?... Ya saben, poca joda,
"o los hago sestiar de un talerazo."

Al puestero soltero y patizambo
se le va el ojo al mostrador, medita:
"¡Linda tarquina!... pa poner un tambo:
"tan gorda, la pulpera y tan mansita."

Indaga el enviciao: "Tengo un overo
"que agata puede con sus pobres güesos;
"soy capaz de correrle al más ligero...
"¡A ver quién se arma de un montón de pesos!".

-Un carcomido de viruela, infiere:
-"¡Si anda loca, por mí! ¡Pura mentira!
-"Me disprecia, entendés, porque me quiere.
-"¡Con decirle, que paso, y ni me mira...!"

El boyerito, que se sueña mozo,
invita a lo hombre:"Sirva cuatro cañas".
Ruge el sargento: "¡Salga de áhi, mocoso,
"y váyase a sacar, mugre y lagañas".

¡Por fin! encuentra complemento el día...
Sopla el fuelle cordial la "verdulera"
y el bullicio es silencio y es poesía
en la humildad de la emoción campera.
..........................................
Se ha hecho ya noche, la dispersa aldea
emerge en negros bultos y perfiles,
alto cielo de estrellas, parpadea,
le contestan fogones y candiles.

Sale el gato al yuyal y el perro aguza
su oído delator, cruza arañando
un maligno chistido de lechuza:
¡quién estaré en su rancho, agonizando!

Se persignan dos criollos contra el cerco:
"¿Escuchó la coruja? "O el corujo...
"¿Será pájaro o gente? "Bicho puerco
"grita en vez de silbar. Pa mí... es un brujo."

Un insulto brutal, retando a duelo,
lanza el provocador junto a la puerta,
salta el sargento, caen un cuerpo al suelo:
"Mañana, el que madrugue, lo despierta".

Entre el ruido de cascos y coscojas
se conmueven palenques y enramadas,
se oyen tintines de estriberas flojas
y un remezón de cinchas apretadas.

Se eleva de sembrados y rasrojos
por húmedo calor, el penetrante
almizcle cimarrón de los hinojos,
vaho, de tierra y trebolar, fragante.

Cierra el boliche: grupos rumorosos
se hunden en sendas, sombra y arboleda;
cantan, lejanos, grillos perezosos
en el eje sin grasa de una rueda.

jueves, 3 de marzo de 2011

No alcanza y no alcanza


Güenas, con permiso, digo, si estoy entre amigos
como andan las cosas, tan mal barajadas
uno, ya no sabe ni ande ricostarse,
si cayó al camino, o erró la picada.
Soy tropero, viejo, pero no por años,
sino que el oficio me viene de tata:
jué su única herencia, discontao, se entiende,
la viola, el apero y un nombre sin mancha.

Ahura ser tropero no es asunto fácil;
los fierrocarriles, camiones y jaulas
son dueños del campo, pero yo, ya he dicho
soy hijo e tropero y un tropero de alma.
Dende muy muchacho me quemé los güesos
arriando animales bajo sol y escarchas;
me hice hombre a caballo y en ley de mi sangre
jundé una familia, lleno de esperanzas.

Cuanto a condiciones, no dirá denguno
que crucé de largo viéndolo en disgracia
ni que me hice el zonzo, pijotiando riales
si llegó el momento de rascar la chala...
Manso por costumbre, no dirán tampoco
que frente a un insulto me golví de espaldas;
quise ser y he sido, nada más que gaucho,
tal como me criaron y jueron mis tatas.

Ese es mi ritrato... ansina he vivido
limpio de concencia, con mis cuentas claras
sin trampiar a naide ni acordarme nunca
qué vecino y cuándo me pidió una cuarta.
Mas hoy, poco a poco las calamidades
me han ido empujando sobre la barranca
y áhi me encuentro, al borde, con un pie en el aire
que caigo, no caigo y hasta que me caiga,
porque no me queda nada en que agarrarme
ni llega un amigo pa ver si me salva.

No acuso a los criollos, tuitos más o menos
como yo, por serlo, están, ¡que dan lástima...!
A mi paso, no oigo más que los lamentos,
sólo no se queja quien perdió hasta el habla.
Y he luchao ¡lo juro! sin darme respiro
lo mesmo haiga sido pa arriar cuatro vacas
que con la tropilla con gente y siñuelos
pa llevar haciendas a grandes distancias.

Meses a ocasiones me ha pasao trotiando
sin pegar la güelta pa el lao de las casas
en tanto mi China, con mis sais cachorros,
cismaban, creyendo que clavé las guampas.
Y lo pior no es eso, lo rialmente malo
es que antes, tropiando dos o tres semanas,
cubría con sobras gastos y renuevos
de aperos, caballos, y ropas gastadas.

Golver ahura al rancho dispués de cien leguas
de meniarles trancos por ferias y estancias,
es como dir preso pa que me ajusilen:
llego a mi querencia con la vista baja,
beso a las criaturas, abrazo a mi china,
le dejo en el buche de avestruz la plata
y salgo al alero, mudo y convencido
que ni pa rimedios lo que truje alcanza.

Por más que mi pobre mujer se deslome
trabajando, ahurrando, rompiéndose el alma,
planchando, limpiando, remiendando pilchas
cuasi echando sangre las manos rajadas
tanto lavar priendas, midiendo el centavo
¡ni estiraos a cincha los riales alcanzan!

Jabón, carne, yerba, la sal, los fideos;
de azúcar no hablemos, ya no se usa en casa,
algunas camisas de lienzo, galletas
si es muy frío el tiempo medias y alpargatas
y otras pocas pilchas pa no criar los hijos
como indios salvajes desnudos y en pata
se llevan en horas lo que a mí me abonan
por días y noches de rondas y marchas.

Y esto es cuento viejo, mi historia presente
tal como los lazos trenzaos, tiene yapa:
m'hija, la más chica que vino de un susto
nació con las piernas medio engarrotadas:
le faltaban meses pa llegar a un mundo
ande más valdría que nunca llegaran
los hijos sin suerte de los criollos pobres
que andan sin destino por tuita la Patria.

Vide hombres baquianos pa arreglar los güesos,
brujos, curanderas y hasta manosantas...
Abogiaos por viajes y gastos nos fuimos al pueblo
de un dotor famoso: risolvió... estaquiarla
con un aparato de fierros y cueros
pa que no tuviese la desventurada
que llagarse el cuerpo tirada en el suelo
o igual que un gusano moverse a la rastra.

Vendí la tropilla, mi recao de fiestas
cujas, ponchos, riendas que fueron de tata;
mates y cuchillos que antiguos plateros
cubrieron con flores de plata labrada.
Lo dejé a mi rancho, mesmo que tapera,
pa evitar vergüenzas, comento y demandas.
Quedé como el trigo que espigó con seca
pelao, amarillo, vano, pura paja
y aún ansí en el pago tengo cuentas nuevas,
en la Pulpería, ni sé cuántas rayas.
¡Ni un pan ni un rimedio, me dan más a cuenta,
una cruz me han puesto Boliche y Farmacia!

Y aquí estoy, vencido, sin estar en guerra,
redotao por tuitos, por tuito... y por nada.
Me falta tropilla pa ofrecer trabajos
traté de alquilarla dando mi palabra
pero no hubo caso: ¿quién va a fiarle a un cáido?
Pa los sin amparos, no hay crédito o fianza;
que se hunda y se muera, total sobran pobres
y enterrao un pobre no estorba y descansa...
He sudao pionando, fuese en lo que fuese,
a veces me alquilo pa una que otra changa
mas si ayer lo justo que truje jué poco
lo injusto que hoy gano ¿pa qué diablos alcanza?

Se me ha hecho un martirio dentrar a mi rancho,
la negra pobreza silenciosa avanza
mis hijos parecen flacos perros galgos:
hay noches que a juerza de mate se pasan
gambetiando el hambre: sobre sus remiendos
como barba e choclo cuelgan las hilachas,
y áhi están calláitos, mirando a la madre
que busca rincones pa esconder sus lágrimas.
Tal vez piensen ellos, que soy un inútil
un mal padre, un vago sin sangre en la cara
que no se le importa lo que les sucede
ni tiene conciencia ni es gaucho ni es nada.

¿Quién es el culpable de estos sufrimientos?
¡Naide! Claro, naide; denguno se para
como responsable de esta muerte lenta
en la que agonizan el pueblo y la Patria.
Lo mismo al obrero que pa el pión de campo,
el sueldo que cobra no alcanza y no alcanza.

Y pa qué protestas, mitines o güelgas...
cuando alguna de estas cuistiones se ganan
nos tiran cien pesos, pero ni mil aumentan
lo que una familia malviviendo gasta.

¿Qué hay que hacer? pregunto, ¿pa qué lao rumbiamos?
¿Qué fin, qué miserias me esperan mañana?
¿Tendrán mis criaturas que dir como zorros
a robar comida por montes y chacras
o tendré yo mesmo que hacerme un bandido
como tantos pillos que un caudillo apaña?

Me están haciendo otro... y en mis sentimientos
algo rencoroso se regüelve y brama.
Hasta mi cuchillo de criollo prudente
¡siento que se sale solo de la vaina!

¡Le hablo a los que tienen, por los que no tienen!
Sepan que la hacienda si carece de agua
rompe los alambres distrozando tuito
lo que está por medio de ella y de la aguada.

No esperen que el ancho rodeo de pobres
haga mil pedazos corrales y trancas:
será tarde entonces pa tomar en cuenta
este grito ronco: ¡NO ALCANZA Y NO ALCANZA!

Si es pa no creerlo

(Pintura: Federcio Reilly)
Hoy, tuve que arrimarle unos guantones
a la mujer que tengo en casa...güeno...,
tan yarará se ha güelto pal veneno
que no hay forma de empliar otras razones.

Ya ni sé porqué jué... por los zarcillos,
un mate, un chisme u algo ansina... Estamos
como el perro, mostrando los cormillos
y ande menos se espera, nos trenzamos.

Rendido a veces de lidiar, me callo,
silbo, me acuesto, o esquivando el bulto
muento, y salgo a caballo
a tragarme la rabia y el insulto.

Al suave acuno de los trancos lerdos
con que me lleva p'ande quiere, el moro,
emparvo tantas penas y ricuerdos
que se me acaba la vergüenza, y lloro.

Perdido entonce en las escuras güellas
suelto las riendas, y alzo la mirada,
y ansí me paso, rejuntando estrellas
pa rigresar cansao de madrugada.

¡Qué cosas imposibles tiene el mundo!
Uno busca un amor, cré que lo alcanza,
borda un nido techao, y en un segundo
se viene al suelo el rancho y la esperanza!

Hay momentos de guerra, cuando siento
que se me puede dir la mano, agarro
pal monte, m'echo, y sigo el pensamiento
en los hilos azules del cigarro.

Esta tigra, que ofiende y me provoca
es la mesma mujer que me esperaba
con panales de mieles en la boca
el juego alegre y a un costao, la pava?

La conocí una tarde de carreras
cuando mi pobre moro era potrillo
y les pelé la chala a los Lloveras
y me truje una tarja en el cuchillo.

Desquite zonzo de un safao, colijo,
que no supo perder; por insolente
dende la oreja le colgué un barbijo
pa que aprendiese a rispetar la gente.

Ella estaba presente en el barullo,
corrió a mi lao, temblando de asustada
al limpiar mi cuchillo contra un yuyo,
y me miró la mano ensangrentada.

"¡¿No está herdo?! Qué suerte! No está herido..."
Más me hubiera valido qu'esa suerte
no me hubiera valido.
Pa estar aura muriendo d'esta muerte!

En su carreta me lavé; la máma
me hizo quedar a churrasquiar, cenamos
y abajo e la carreta, me hizo cama.
Ansí jué pa mi mal, como empezamos.

De güelta pal pueblito ande vivía
l'alcé en mi pingo; su pollera blanca
al abrirla el galope, parecía,
que tráiba un ángel asentao en l'anca.

Dobladita en mi espalda, a lo lechuga,
era un perjume mariador su aliento
y un golpiar de palomas, la pechuga,
que aletiaba a cada movimiento.

¡Qué cencia bruja no haberá tenido
pa engualichamre ansí, con sus primores,
que diba alucinao, como dormido
en un sueño de pájaros y flores...!

Al descolgarse por el lao del lazo
en las ráices de ombú, de la tranquera,
tal que un abrojo se prendió a mi brazo
y me pidió llorando que golviera.

Me tuve que arrancar, como a una espina
de su presencia, y juir en torbellino,
viéndola lagrimiar en la ñeblina
que me siguió garuando en el camino.

Yo era libre y feliz como un chingolo
que sin ubligación y sin quebranto
se corta en una rama y vive solo;
solo pa divertirse con su canto.

¿A qué diba a meterme en esa hondura...
si era tan lindo darle gusto al ojo
espiar ventanas y elegir l'achura
que estuviera al alcance de mi antojo?...

Mucha manea, cavilé, pa un potro;
lo mejor es hacerse polvadera...
le suebran gajos pa enramarse en otro
con pararse no más, de puerta ajuera.

Una lindura ansina, ya se ha dicho,
impone andar, con la mirada baja
vigilando las cosas del capricho
qu'el diablo empuja y el rebenque ataja.

No nació pa tranquiar en ese trillo,
supuse, un hombre, que sin más se acuna
en cualiquier hojita, como el grillo,
y dentra a echarle coplas a la luna.

Dejala áhi ande está que tuito pasa,
no le enturbiés el agua a tu vertiente;
a lo mejor te sale bataraza
y te deja las manchas en la frente.

Pensar que eso pensé!... ¡Si es pan no creerlo!
Tendría que contar la tijerilla
lo que inventa el desvelo pa perderlo
al que se hace ese ñudo en la golilla.

Hasta el aire que entonce se respira
le trái su aliento, duerme en el apero,
uno v'al pozo, y redepente mira
que se ha cáido su cara en el ujero.

Si galopa y ansí, como al descuido,
creyó dejarla al despuntar la loma
le aparece en las flores, su vestido,
güele olor a su cuerpo en el aroma.

En vano pita, lima su esperencia
masca un palito, se retuerce el bozo...
dende el fondo ñublao de su concencia
ella saldrá, lo mesmo qu'en el pozo.
........................................
Juera del bien ganao o el bien perdido
¡qué grande es el amor! No lo lamento;
vale la pena haberlo conocido
anque ahura sea mi mortal tormento.

Tres noches negras soporté y agata
pespuntiaba la luz del cuarto día
cuando matiando y sin prender la bata
la sorprendió al llegar, mi "¡Ave María!".

Más charamusca le arrimó a mi juego
el hallarla con ropa ligerona
las naguas flojas, y en las carnes, luego,
es'espelucamiento de pichona.

Al amparo del humo de l'astilla
nos dimos a conocer las intenciones,
y nos cambió los besos la bombilla
tanto dir y venir los cimarrones.

Ni un día ese año le fallé a mi moza:
igual que preso acostumbrao, llegaba,
ansiando la cadena de su prosa
y solito, yo mesmo, me engrillaba.

Y es que nunca escuché voz más galana
ni vi mujer más dulce y compañera:
capaz era d'estarme una semana
oyéndole contar cualquier zoncera.

Mansa y sobona, como criada guacha
me rodiaba, a lo campo sin cancela,
pa no dejarme dir... Por esa hilacha
debí sacar el precio de la tela.

Ruegos, caricias, risa, juramento,
qué no tuvo pá mi! qué no tenía...!
Cosas, que dicen, que se lleva el viento...
si yo digo qu'es cierto, mentiría.

En invierno al calor del trafoguero
apretáitos los dos como con chucho
me hablaba al óido. "Si te vas, me muero"
y encima el beso y el "quereme mucho".

Qué chúcaro no dentra en ese arreo...
si hasta me adivinaba en la mirada
los mil desasosiegos qu'el deseo
le injunde a una persona enamorada.

Si pudieran contar, las margaritas
lo que oyeron decirnos, el Boyero,
la olla de fierro de las tortas fritas,
los dos bancos petisos del alero...

En las tardes de lluvia, y de la mano,
solíamos salir en la tormenta
a olfatiar, como toro en el verano,
la tierra floja y el olor a menta.

Montiando a ratos juntos y felices
era un gusto bromiar y dir juntando
"pa nuestros hijos" güevos de perdices
"pa nuestras camas" el vellón más blando.

Viendo un día matar una torcaza
por no apartarse del torcaz herido
me dijo, "ansina pasará en mi casa
si llegasen a herirlo a mi marido".

¿Qué hace un hombre oyendo eso? ¿Qué no piensa?
D'ese mal no lo salva ni el malvisco!
En l'armada sedosa de una trenza
cái pialao a lo zonzo el más arisco.

Aun tengo sin saber pa qué las guardo
las cartas suyas, moños de su blusa,
cintas moradas como flor de cardo,
rulos qu'el filo de mi pena tusa.

"Hace más, mi cariño, que te juiste..."
dice una esquela, "dende ayer te busco
regando mi ojo de cusquita triste
la triste senda que olvidó "su cusco".

En otras la enloquece mi demora
"Si supiera qu'estás entre paredes
en los brazos de alguna engañadora
diba y me degollaba frente a ustedes".

Hay hasta confesiones imprudentes
gritos juriosos, ansias mal frendas
marcas de celo que han dejao los dientes
y palabras de amor, disesperadas.

Y nunca tuvo causa de alarmarse
ni tregua yo pa discansar la oreja
ni tiempo el mancarrón pa revolcarse
que ya estaba la esquela con su queja.

Era un cariño tal, que semejaba
de madre enferma de quererme tanto:
¡amor de enredadera que se enraba
y ahuga y tapa la cruz del Campo Santo!

Y tuito esto, pa qué?... Pa este disierto
en que andamos los dos: ella perdida
y yo lo mesmo que si hubiera muerto:
¡sin rumbo, sin destino y sin salida!

¡Qué basura es la vida, santo cielo...!
con razón animales y cristianos
no bien clavan las guampas en el suelo
dentran a echar humores y gusanos.

Pero si semos pura porquería
barro que pesa Dios en su balanza,
¿por qué se ha cometido la herejía
de darnos alma, sueños y esperanza?

¿Qué le faltó a mi china en su alacena?
¿Qué no hice p'halagarla y divertirla?
Me hubiera arrodillao por verla güena,
hubiera andao desnudo por vestirla...

Sus motivos tendrán mis cicatrices
todo tiene su marca y contraseña;
tanto hablar y juntar "pa los gurises"
se dió güelta asustada la cigüeña.

Ahi se han roto tiraos por los rincones
chiches, chupetes, la cunita enana...
En el frío del nido sin pichones
se ha muerto helao hasta el muñeco e lana.

Y esas serán no más mis desventuras
y eso será nomás, lo que nos pasa:
al fin del tiempo un rancho sin criaturas
más parece una cárcel que una casa.