viernes, 18 de noviembre de 2011

El rebenque

(Foto: Eduardo Amorim)

En el machazo pasao
que envuelve a nuestra llanura
perdido en la noche oscura
de todo lo ya olvidao,
quedó quien te ha bautizao,
quien te patentó varón,
y en más de una ocasión
te tuvo como defensa:
cuando detrás de una ofensa
relampagueaba un facón.

No es alarde fanfarrón
ni demuestra ser bisoño
quien hace a la lonja un moño
y lo cuelga del facón;
de sentirse en la ocasión
es más cómodo el avío,
decía un amigo mío:
“Si el mozo es capaz y bravo
ha emplear mejor el cabo
si por casual hay un lío”.

Como si fuera de seda
lonja que es bien sobada
en la paleta arraigada
por buena puntada queda;
antes se rompa que ceda
al igual que la manija,
de confeción muy prolija
que del hocico asujeta
¡y al bagual por muy sotreta
como a palenque lo fija!

Lonja que trata a rigor
al potro que corcovea
y en las paletas chasquea
o en las verijas, mejor,
y hace alarde de primor
el que doma y no sancocha
y su habilidá derrocha
aunque de taura resume
¡si hasta jugando, presume,
con el rebenque, a las bochas!

Cuando el grosor desmedido
del cabo, resulta fiero,
le dá el nombre de “talero”
el gauchaje prevenido;
muchas veces le ha servido
al jinetear a un paisano,
para lucirse en el llano:
voltear de un palo tremendo
¡y salir fácil corriendo
con el rebenque en la mano!

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