miércoles, 20 de junio de 2012

Despedida a Yupanqui



Montao en un zaino negro
una tarde a media rienda
lo vi cruzar como un símbolo
inmortal de permanencia.

Me obsequió de Luis Acosta
un libro como una ofrenda
que tal vez anticipaba:
"la rebelión es mi cencia".

Murió Atahualpa Yupanqui
y un poco murió la tierra.
Su guitarra quedó envuelta
en un manto de tinieblas.

Crepusculares fogones
apenitas parpadean
y el viento desangra
una oración entre las piedras.

Murió Atahualpa Yupanqui
de Indio y Gaucho una mezcla
La muerte clavó un puñal
en el corazón de América.

Cuando a los 500 años
se viste el crimen de fiesta,
su guitarra acusadora
se hunde en la noche y silencia.

Pero ¡aahh remonta los Alpes,
transpone la Cordillera,
y su silencio parece
el rugir de una tormenta.

Su voz vuelve con el sol
tajo de luz en la niebla,
en el río en la montaña
pájaro libre en la selva.

El le canto a los changuitos
con un umbral por vivienda,
su tribunal fue el camino
que oyó sus claras sentencias.

Anda su copla insumisa
que es renovadora siembra,
un tábano asuzador
en la cruz de la conciencia.

Nunca agringó su guitarra
que cantó con la voz nuestra.
El fuego que había en su caja
era sangre de sus venas.

Se hermanó con los paisanos,
hizo suyas las ofensas
que lastimara a los pobres
en cualquier lao de la tierra.

Cantor que canta a los pobres,
muerte ni olvido lo entierran;
dijo algo muy parecido
en una copla profética.

Ni la tumba ni el olvido
tragan verdades eternas
si la cárcel o el dinero
no amordazan nuestras lenguas.

Yupanqui no fue el juglar
que deleitó sobremesas
ni un pasatiempo de lujo
de la familia opulenta.

Y eso quizás nos explica
la muerte en tierra extranjera
del Payador perseguido
que no amainó la protesta.

Legiones de hombres cobrizos
desandan siglos y lenguas
hacia el hermano que sigue
rondando coplas y estrellas.

Murió Atahualpa Yupanqui
de Indio y Gaucho una mezcla,
la muerte clavó un puñal
en el corazón de América.

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