viernes, 19 de mayo de 2017

Boliche de Castilla


(Pintura: Luis Nuñez)



Ese apacible domingo
y ya de tarde volviendo
las nubes como un remiendo
le hacían al cielo un respingo,
iba apurao mi pingo
con las ganas de ir llegando,
por la calle escarceando
se atravesaba en la huella
y al cruzar la esquina aquella
ahi me quedé conversando.

Pulpería "El Progreso"
con tesón has perdurao,
si habrá esperao mi gateao
coscojeando mi regreso.
Hoy evoco todo eso
y al cruzar tengo la suerte
de poder volver a verte,
de gozar de la tibieza
de un cimarrón que confiesa
haber vencido a la muerte.

El chaparrón ha limpado
el aire y todas las cosas
así brillan primorosas,
el sol las ha iluminado.
Tu luz me ha acompañado,
vida que tu muro encierra,
de mi alma desentierra
los momentos más felices
restañando cicatrices:
retoño soy de tu tierra.
..........................................

Acotaciones del pintor del cuadro don Luis Nuñez:

"El Almacén de Castilla"

El año pasado llegamos con mi mujer a Castilla con la idea de fotografiar viejas construcciones, previo paso por Suipacha y Rivas. Recorriendo el pueblo, nos topamos con este enorme edificio abandonado y ahí nomás sacamos las cámaras, ya que la luz del momento y la ubicación lo hacía muy potable para transformarse en cuadro...
Por datos que obtuvimos después, supimos que un tiempo funcionó allí un almacén de Ramos Generales a cargo de la familia Marosi. Más tarde pasó a manos de Ángel "Pinocho" Repetto quien ya tenía un restaurante muy cerca de allí, donde hoy funiona el Centro de Jubilados de Castilla.
Allí, bajo su tutela, funcionó el "Restaurante 'El Progreso' de Ángel Repetto, como estaba escrito en el frente. El restaurante y pulpería también funcionaba como almacén de Ramos Generales estando separados los ambientes por vitrinas. Casi siempre había mucha concurrencia, en especial los que trabajaban en los numerosos tambos que había en la zona. Era muy común ver carros por doquier y los palenques con caballos dormitando pacientemente mientras adentro los paisanos comían o bebían algo, jugaban a las cartas, al honguito o sólo pasaban el rato enfrascados en interminables charlas matizadas, de tanto en tanto, por algún pleito sin demasiada importancia.
El local cerró a principios de los 60. Hoy es un mudo testigo de aquellas jornadas, celoso guardián de muchas historias allí vividas, recuerdos de un tiempo que, lamentablemente, ya no volverá...

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